sábado, 7 de octubre de 2017

NO SABE QUÉ LE PASA

Hoy ha dado limosna al señor que todos los días se sienta con su silla plegable en la entrada del supermercado al que va habitualmente a comprar. Ha sido la primera vez que actúa así. Le han sobrado varias monedas y ha decidido dárselas. Siempre ha prejuzgado negativamente a ese señor barbudo, descamisado, que siempre saluda y huele mal. Ha pensado incontables veces que debe gastarse el dinero en alcohol, en droga, en entregar una parte a las mafias que lo controlan… No se lo esperaba, ha estado muy agradecido y le ha sonreído, sin importarle que nunca le haya dado nada. Cruzan la mirada la mayor parte de días y ha sentido que ya era hora. Piensa que ha obrado correctamente. Ha modificado su conducta intransigente y, la verdad, se ha venido un poco arriba. Ha tenido una sensación parecida a dar la mano en la iglesia (a la cual no va nunca; solo a bodas y entierros) cuando el cura lo anuncia: «…podéis daros fraternalmente la paz». Ese acto de concordia, de crear un lazo de unión momentáneo, carnal, con alguien que, a lo mejor, ni es tu amigo o ni siquiera tienes una mínima relación, es algo digno que debería mover algo interno. También puede pensarse que toda esta serie de códigos y paripés no valen para nada. La cuestión es: ese acercamiento o vínculo emocional propio de las personas, ¿debe establecerse en Política? ¿O es mejor no mezclar los sentimientos humanos con la Política metódica que hacen los humanos? 

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